|
Adiós, adiós, adiós. Como odio esa
palabra, “adiós”. Aún cuando sabías cuanto odio esa palabra, y a pesar de que
habías jurado nunca decírmela, lo hiciste. Me dijiste adiós, me sacaste de tu
vida.
¿Qué hago ahora? Supongo que
llorar… no, no supongo. Llorar es lo apropiado… o lo necesario, diría yo. Me
pregunto por qué las partidas son tan dolorosas, por qué los corazones de las
personas cambian en un lapso determinado de tiempo, a veces más, a veces menos,
pero siempre cambian. Siempre. Un día te dicen “voy a amarte por toda la vida”
y sin darte cuenta, esas palabras fueron sustituidas por “esto ya no funciona
más”. La gente dice que eso es porque los sentimientos suelen cambiar. Y yo,
digo que son mentiras… mentiras dolorosas, frases que nunca se debieron decir
si no se tenía la certeza de mantener su veracidad hasta el final.
Y ahora, a borrar tus mensajes de
mi celular, tu número de mi agenda, tu mail, las conversaciones guardadas, las
canciones de aquel cantante italiano que tanto te gusta de mi i-pod, tus
dibujos de mi block, tu sonrisa de mi mente, tus carcajadas de mis oídos, mi
amor por ti de mi corazón… Qué fácil suena, lástima que no sea igual de
sencillo llevarlo a cabo… Sólo quisiera tener algo que me sirviera de sustento,
una razón para odiarte y que así la tarea de olvidar sea un poco menos imposible.
¿Qué será? ¿Te invento una amante imaginaria y pensaré que fue por ella que me
dejaste? ¿Creo firmemente que todo lo que decías era mentira? ¿Confundo con
lástima la ternura con la que solías mirarme? No sé, no sé, pero algo se me
tiene que ocurrir, algo que suene
factible, viable… y que yo me lo crea por completo.
¿Adiós? Hasta nunca, entonces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario