martes, 5 de noviembre de 2013

Adiós


Adiós, adiós, adiós. Como odio esa palabra, “adiós”. Aún cuando sabías cuanto odio esa palabra, y a pesar de que habías jurado nunca decírmela, lo hiciste. Me dijiste adiós, me sacaste de tu vida.

¿Qué hago ahora? Supongo que llorar… no, no supongo. Llorar es lo apropiado… o lo necesario, diría yo. Me pregunto por qué las partidas son tan dolorosas, por qué los corazones de las personas cambian en un lapso determinado de tiempo, a veces más, a veces menos, pero siempre cambian. Siempre. Un día te dicen “voy a amarte por toda la vida” y sin darte cuenta, esas palabras fueron sustituidas por “esto ya no funciona más”. La gente dice que eso es porque los sentimientos suelen cambiar. Y yo, digo que son mentiras… mentiras dolorosas, frases que nunca se debieron decir si no se tenía la certeza de mantener su veracidad hasta el final.
Y ahora, a borrar tus mensajes de mi celular, tu número de mi agenda, tu mail, las conversaciones guardadas, las canciones de aquel cantante italiano que tanto te gusta de mi i-pod, tus dibujos de mi block, tu sonrisa de mi mente, tus carcajadas de mis oídos, mi amor por ti de mi corazón… Qué fácil suena, lástima que no sea igual de sencillo llevarlo a cabo… Sólo quisiera tener algo que me sirviera de sustento, una razón para odiarte y que así la tarea de olvidar sea un poco menos imposible. ¿Qué será? ¿Te invento una amante imaginaria y pensaré que fue por ella que me dejaste? ¿Creo firmemente que todo lo que decías era mentira? ¿Confundo con lástima la ternura con la que solías mirarme? No sé, no sé, pero algo se me tiene que ocurrir,  algo que suene factible, viable… y que yo me lo crea por completo.


¿Adiós? Hasta nunca, entonces.

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