martes, 5 de noviembre de 2013

Litigios de Morfina

La heroína te roba todo: aleja a tus amigos, a tu familia, te quedas sin empleo, sin esperanzas por las cuales vivir, sin los sueños que nacen de ilusiones, sin esos recuerdos que aparecen en la mente a la media noche. Sin vida. Como jugar a la ruleta rusa. El último recuerdo que tengo de ella es la aguja de la jeringa entrando por una vena en mi mano, deslizando su letal contenido, sensual y seductor a través de mi torrente sanguíneo.
Conseguir plata, comprar heroína, inyectarse. El viaje. Las estrellas; los colores; el océano en un cuadro, la arena en mis manos; todo a través de una aguja. Luego, el descenso. El triste regreso a la monotonía de la realidad. Y volver a empezar.
Inyectarse heroína te cambia la vida. Antes te preocupabas por los mismos banales asuntos que el resto de las masas; después sólo te importa saber cómo obtener la droga. Incluso después de haberla dejado tras muchos vanos e infernales intentos, pienso en ella cada día de mi vida como si de un antiguo e inolvidable amor se tratara.


 Ahora trabajo en un bufete de abogados. El viernes por la noche es de casino con los amigos del despacho; pidieron bebidas, yo encendí un cigarro. Ya que algunos bebían mientras como idiotas jugaban blackjack o póker, celebrando jocosamente las momentáneas victorias, decidí alejarme un poco de todo ese ambiente de ebriedad y entusiasmo sin sentido. Tras caminar un par de metros, me encuentro en mi camino a las máquinas tragamonedas, una sección dentro del casino relativamente tranquila. Ya que había un asiento vacío frente a una de ellas, opto por jugar un poco pues relajarme no me hará daño, de todas formas no tengo nada mejor que hacer mientras espero a que los borrachos de mis colegas terminen con aquella escandalosa reunión.

Poso mi cuerpo frente a la máquina, con una mano encendí otro cigarro mientras que con la otra deposité una ficha en la ranura correspondiente. Jalé la palanca y esperé el resultado. Primera partida: perdí. Bueno, en realidad no esperaba otra cosa, supongo que estos juegos siempre están truqueados para que uno nunca gane más de 1000 pesos; suponiendo que la buena fortuna, por azares del destino o un pacto con el diablo, te sonríe esa noche. Meteré otra ficha, ¿qué más da? Jalo la palanca de nuevo. Dos de las figuras coinciden, pero una es distinta. Qué triste suerte. La tercera es la vencida, así que deposito una ficha más y nuevamente jalo la palanca, sólo para comprobar por tercera ocasión que esa noche no era de buena suerte para mí. “Bah” reprocho para mis adentros, en seguida me levanto del asiento y a la par que encendía un nuevo cigarrillo comienzo a caminar en dirección opuesta a las tragamonedas para alejarme de esos estúpidos juegos.
Tras haber dado un par de pasos y una bocanada de humo, a mis espaldas escuché una curiosa melodía que parecía provenir del cacharro al cual había estado depositando fichas de juego hace apenas unos cuántos momentos, lo que me hizo voltear en una reacción natural ante tal extraña situación. Miré fijamente aquella máquina tragamonedas y me percaté de que era lo único que había dentro de mi campo de visión. Ni los demás jugadores, ni las otras tragamonedas, ni los meseros, ni los demás asistentes, ni los borrachos de mis compañeros de trabajo se encontraban ya. Sólo esa maldita máquina reproduciendo aquella infernal música acompañada de pequeños focos que parpadeaban al ritmo de la misma entre una inusual penumbra. ¿Dónde he escuchado antes esa canción tan burda? Es demasiado familiar. Aunque estoy ciertamente desconcertado por lo insólito de aquella situación, decido acercarme un poco para inspeccionar el ruidoso cachivache que yace justo frente a mí, iluminado por un az de luz que cae misteriosamente desde la parte superior. A la par que inhalo profundamente del cigarro, miro de reojo hacia arriba a ver si puedo localizar de dónde proviene la iluminación. Aquel suceso no era para nada normal, sí, pero mi curiosidad era tan grande que lo tomé con naturalidad; tanto que casi parecía un estúpido.


Luego de haber saciado mi morbo por los detalles adicionales como aquella inusual luminiscencia y la ausencia del resto de las personas en el casino, observo con detenimiento el aspecto del tragamonedas. Al posar mis ojos en las figuras que aparecían en la pantalla, estos se abrieron como platos y por inercia dejo caer el cigarrillo apenas consumido a la mitad. ¡Por supuesto, esa era la razón de que se reprodujera sin parar esa irritante música! Hay tres figuras exactamente idénticas. Tres cerezas en línea y debajo de ellas una frase con la leyenda “$$$ YOU WIN! $$$” -¿Qué mierda está sucediendo? –Pensé. No podía creer lo que estaba viendo, pero lo que sucedió a continuación me dejó más atónito todavía.
El tragamonedas paró de sonar de repente. El juego de figuras y la frase, ambos habían desaparecido de su pantalla. Por un instante no ocurrió nada; sólo silencio y mis ojos clavados sobre la endemoniada máquina. Parpadeé dos veces al salir del trance, y el tragamonedas seguía ahí, frente a mí, sin que absolutamente nada pasara; así que estiré el brazo lentamente hacia la palanca, tengo que bajarla y ver qué sucede. Lo hago. Pero nada ocurre.
Desconcertado y fastidiado por todas aquellas estupideces, estoy decidido a marcharme de ese lugar. Ya no me importa nada ni nadie, sólo quiero largarme a dormir. Sin embargo, cuando enérgicamente había dado media vuelta en dirección a la salida, un sonido proveniente de esa maldita máquina me hizo girar la cabeza inmediatamente y en un segundo estaba inundado de millones de monedas doradas que salen sin parar del tragamonedas. Literalmente, un mar de fichas me arrastraba y yo oponía toda la resistencia que mi fuerza me permitía. ¡Cuánto dinero! ¡¿Qué carajos voy a hacer con todo este dinero!? ¡Ahora puedo hacer tantas cosas! Puedo mandar a la mierda el maldito bufete, puedo comprarme una casa, un coche; las brillantes monedas siguen inundando la habitación y ya me cubren hasta la cintura; puedo pagarme lujos, pagar por buenas compañías, puedo comprar más heroína. ¿Puedo comprar más heroína? Ya no tengo que trabajar; ya no la tengo que dejar, porque ya no me tengo que preocupar por la plata… ¡¿Cuáles casas, cuáles coches?! ¡Puedo comprar heroína para el resto de mi vida! Ningún maldito lujo ni ninguna compañía puede ser mejor que la droga…


Estoy listo para tomar todo el dinero que he ganado esta noche y comprar más heroína. Pero ahora que busco todas aquellas doradas y brillantes fichas, no las puedo encontrar. Sólo veo una jeringa sobre mi alfombra roja y la vena de mi mano que sangra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario